A fines de los años 60’, diversos artistas, productores y teóricos latinoamericanos mostraban en sus creaciones gran compromiso con los procesos de cambio social y político de los distintos países de la región, y el cine no estuvo ajeno a este contexto, concretándose con el surgimiento del llamado “Nuevo cine latinoamericano”.
Esta corriente surge de la búsqueda de distintos cineastas de la región para romper con la hegemonía del gran cine de estudio, proveniente principalmente de Estados Unidos y México, y que era lo que más se exhibía en América Latina en ese entonces. Los directores se orientaron a un cine realista e identitario, que reflejara la cultura y los problemas sociales. Para esto, fue fundamental la concepción de la disciplina un instrumento de reflexión, investigación y experimentación, logrando nuevas formas de narrar.
Chile también participó de estas nuevas y rupturistas formas de concebir el cine que se expandían y unificaban en Latinoamérica. El llamado “Nuevo cine chileno” tuvo su gran salto entre los años 1967 y 1968, destacando el estreno de tres obras paradigmáticas: “Valparaíso, mi amor”, de Aldo Francia; “El Chacal de Nahueltoro”, de Miguel Littín y “Tres Tristes Tigres”, de Raúl Ruíz.
Pero la película de Littín, estrenada comercialmente en 1970, vino a representar el espíritu de este movimiento y sus motivaciones, las que lograron influenciar la forma de hacer cine en el país. Ambientada en el año 1960, narra la historia de José del Carmen Valenzuela (Nelson Villagra), autor de un asesinato múltiple en el sector de Nahueltoro, al sur de Chile quien es posteriormente capturado y condenado a la pena de muerte.
El Chacal de Nahueltoro expone el dilema moral sobre la pena capital, y la historia del protagonista permite al espectador, desde un comienzo, cuestionar la realidad social y afectiva de José, un hombre abandonado desde su infancia y que encuentra en el alcohol una vía de escape. El crimen devela este trasfondo, a medida que comprendemos la realidad de “Chacalito”.
Littín toma elementos de corrientes como el Neorrealismo Italiano –que mostraba las desgracias postguerra de manera realista- y del cine documental, exponiendo de forma naturalista los distintos aspectos que rodean la vida de José. Entre otras fórmulas, se observa el uso de locaciones reales y extras que no pertenecen al mundo de la actuación, sino a la realidad que se retrata. Pese a este estas decisiones derivan de una producción con presupuesto bajo, develan también una mirada creativa y estética.
Héctor Ríos, realizador a cargo de la fotografía, filma desde un espacio íntimo al Chacal, permitiendo acceder a sus emociones lejos de los artificios técnicos o ligados a las vertientes comerciales. Más bien, lo hace bajo la lógica de un registro directo de la realidad con la fórmula de la cámara en mano, desde su vida en el campo hasta su paso por la cárcel de Chillán.
Hay un trabajo de montaje destacable en esta cinta, a cargo del reconocido realizador Pedro Chaskel, al ir contando la historia de manera fragmentada a través de secuencias con cortes reiterados, que hacen al espectador ir construyendo la trama. A su vez, la observación pausada de ciertos momentos permite contemplar con calma, introspección y conexión con el protagonista desde el espectador.
El Chacal de Nahueltoro es una de las grandes obras del cine chileno. Logra con asertividad y sentido crítico, retratar los problemas psicosociales a causa del abandono y rechazo a las clases menos acomodadas. Con este filme, Miguel Littín forma parte del movimiento de esencia revolucionaria que busca hacer cine desde las realidades que nos rodean.
El Chacal de Nahueltoro es una película conservada en la Cineteca Nacional de Chile (Archivo Cineteca Nacional de Chile), disponible además en su Archivo Online.
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