Ciclo de Cine Online, “Medea”: Cine y teatro, dispositivos de relectura para una tragedia

Alejandro Moreno realiza un ejercicio que nos permite reflexionar sobre la resignificación histórico-cultural de la tragedia, a través de una representación resquebrajada entre dramaturgia y cine. El director, aun tomando decisiones que no permiten un diálogo fluido entre ambos lenguajes, se esmera en encontrar símbolos de la realidad para mostrar el conflicto de una forma minimalista.

En la actualidad, cine y teatro logran convivir en constante retroalimentación productivo-creativa en nuestro país, dados sus evidentes puntos en común. Natural es ver a profesionales desenvolver sus relatos e interpretaciones en ambos campos artísticos, trabajando permanentemente por una independencia de ambas industrias, pero  que mantenga esta conexión.

Sin embargo, es claro que, dadas sus realidades históricas, el arte de la representación teatral es un referente directo para el desarrollo de la industria cinematográfica a nivel global desde su creación en 1895. Chile no estuvo exento de este proceso, pues desde los inicios de nuestro cine, el arte escénico ha tenido una suerte de proyección utilitaria en la pantalla grande.

Con el pasar de los años, el arte cinematográfico fue evolucionando en su lenguaje y estilo, estableciendo una autonomía estética respecto de otras manifestaciones creativas. De todas maneras, las adaptaciones de obras de teatro a la gran pantalla continuaron siendo, hasta el día de hoy, algo recurrente dentro del panorama fílmico nacional.

Diversas películas han sido estrenadas bajo esta premisa, en las cuales lo interesante es observar cómo los elementos propiamente cinematográficos dan una nueva interpretación a los textos dramáticos. “Tres tristes tigres” (Raúl Ruiz), “El desquite” (Andrés Wood), “Casa de remolienda” (Joaquín Eyzaguirre) o “No” (Pablo Larraín) son ejemplos de adaptaciones cinematográficas de obras teatrales de destacados los dramaturgos chilenos Alejandro Sieveking, Roberto Parra o Antonio Skármeta, entre otros. Pero es solo en 2019, con el estreno de una cinta que marcaría un peculiar hito para el cine chileno, que se estrena la la primera adaptación de una tragedia griega al lenguaje audiovisual en Chile: “Medea”, ópera prima del dramaturgo Alejandro Moreno.

Basándose en la tragedia homónima de Eurípides, Medea narra la historia de una joven mujer que ha dejado todo atrás para seguir a su pareja, Jasón, con quien tiene un hijo. En estas nuevas tierras -y al igual que en la original historia griega- Jasón decide casarse con otra mujer, lo que implicará el destierro de Medea y abrirá paso a una serie de acontecimientos que desencadenarán la desgracia.

La obra tiene una estructura muy similar a la de la tragedia, sin embargo, sobre ella se superponen aquellos elementos que son reflejo de la perspectiva que el propio director decidió plasmar en su película. Al Utilizar como contexto la vida en una zona minera, permite una nueva lectura del clásico, pero desde una realidad local. Allí, Jasón evocaría el ideal del trabajador que va a la mina en busca de sustento, pero que muchas veces relega a su familia a un segundo plano. 

Aunque también es posible identificar el esbozo de un discurso feminista, de hecho, desde hace tiempo, el feminismo ha reivindicado la figura de Medea como mujer sabia y empoderada, esto resta algo de novedad al tratamiento de Moreno que tiende a perderse por la poca profundidad. Pareciera establecer la lectura feminista desde un lugar común y un tanto simplista, y no lo refleja en la construcción del personaje protagónico ni en su relación con otras mujeres.

Se perciben, además, otras decisiones que desmarcan la versión del Moreno de otras adaptaciones cinematográficas de la misma historia. Tal es el caso de la Medea (1969), de Pier Paolo Pasolini, protagonizada por Maria Callas, y la adaptación para televisión hecha por Lars Von Trier en 1988. Ambas versiones rescatan la tradición mitológica para centrarse en otros puntos, como la contraposición entre civilización y barbarie, desarrollando mejor el personaje protagónico, algo que resulta difícil en la versión chilena, en la que no es posible acceder a la psiquis de Medea hasta que nos encontramos o intuimos el desenlace en pantalla, alejando la riqueza emocional tan propia de la tragedia como género.

El uso de ciertos recursos teatrales puede hacer que la película llegue a ser incómoda de apreciar, rediciendo constantemente la experiencia cinematográfica. Deliberada o no, esta opción se reconoce en aspectos como el tono interpretativo del reparto, la utilización performática del vestuario y la peluquería, o el estilo narrativo en que se plantea el guion. Por el contrario, otros procesos creativos plantean cierta rimbombancia en su propuesta, como la fotografía y el diseño sonoro. Ambos abordan la narración desde la grandilocuencia, generando tensión entre los lenguajes del cine y el teatro.

Medea, ante todo, permite reflexionar sobre la resignificación histórico-cultural de la tragedia, a través de una representación un tanto resquebrajada entre dramaturgia y cine. Su disposición, aún con decisiones que no permiten un diálogo fluido entre ambos lenguajes, se esmera en encontrar símbolos de la realidad para mostrar el conflicto de una forma minimalista. Una propuesta vacilante pero necesaria, que lleva a cuestionar los límites e importancia de la autoría en las adaptaciones al cine de textos dramáticos.

Puedes ver "MEDEA" de manera online y gratuita en el siguiente link:
https://ondamedia.cl/#/player/medea-2

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Visto 976 veces Modificado por última vez en Martes, 26 Mayo 2020 22:44