Finalizando la década de los noventa, Chile comenzaba a generar una producción fílmica considerable, que sería preludio de la explosión de la industria una década después. Dentro de las realizaciones más recordadas, podemos mencionar Historias de Fútbol (1997), ópera prima de Andrés Wood; El Chacotero Sentimental (1999), de Roberto Artiagoitia y Cristián Galaz; y Taxi para Tres (2001), de Orlando Lübbert. Estas obras retratan problemáticas sociales del país desde una visión crítica respecto del abandono por parte del Estado.

La película de Lübbert, sin duda, es una de las más destacadas. Relata la historia de Ulises Morales (Alejandro Trejo), taxista asaltado por Chavelo (Daniel Muñoz) y Coto (Fernando Gómez-Rovira), quienes lo secuestran y utilizan como chofer en sus atracos. Pronto, sin embargo, el protagonista comenzará a participar activamente de los delitos, empujado por sus deudas, enfrentándose al dilema moral de mantener o no este estilo de vida.

Una de las grandes virtudes de Taxi para tres es su propuesta narrativa. Sin perder el dinamismo del relato, realiza una denuncia social transversal, basada en el tono de comedia negra y en la construcción de personajes llamativos y multidimensionales, cuyo entorno es la periferia santiaguina. Tampoco escatima en diálogos con un marcado discurso social, permitiendo dilucidar las injusticias del modelo político-económico impuesto en Chile. 

Mostrando su gran oficio y determinación, el director deambula acertadamente entre los géneros policial, drama y suspenso, sosteniendo la atención del espectador. El realismo de la obra permite ingresar a un universo creíble y verosímil, aunque sin dejar de lado las características fundamentales de estos géneros fílmicos y la reflexión y la denuncia. No es fortuito que la primera escena de la producción sea el asalto al protagonista en su propio barrio, punto de giro en la vida de Ulises.

En este sentido, la propuesta estética de Taxi para tres se basa en un formato clásico del lenguaje cinematográfico. Así, las áreas creativas de la producción están al servicio de la historia, acentuando las emociones y nunca abandonando una puesta en escena sobria, pero sustancial. La dirección de fotografía (Patricio Riquelme) y la dirección de arte (Patricio Aguilar) permiten un relato visual si lugares comunes y estereotípicos, dando espacio a un retrato social siempre efectivo. 

Aun así, hay escenas que denotan cierta distancia y poca profundidad –por factores como la música incidental, el registro actoral o determinados diálogos– y que, de alguna manera, rompen la atmósfera establecida por Lübbert, de un carácter más naturalista y cotidiano, aunque sin lograr afectar al conjunto de la cinta.

Hay que destacar el trabajo con los personales Chavelo y Coto realizado por el cineasta, quiénes son una suerte de antagonistas y reflejan las injusticias señaladas. Por esta razón, su construcción y evolución a lo largo del metraje se convierte en uno de los elementos más memorables, utilizando distintos elementos cinematográficos que buscan generar empatía con ellos.

Taxi para tres es elocuente en retratar la otra cara del supuesto “milagro económico” chileno. Una suerte de rostro oculto de la democracia se devela en esta película, en que los embates del neoliberalismo impactan directamente. Sus protagonistas deberán asumir las consecuencias de sus actos llenos de contradicciones. Las mismas que posee el modelo instaurado en Chile durante la dictadura y que siguen afectando a vastos sectores del país.

Taxi para Tres" es una película conservada en la Cineteca Nacional de Chile (Archivo Cineteca Nacional de Chile), disponible además en su Archivo Online.

https://www.cclm.cl/cineteca-online/taxi-para-tres/

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